Simplemente el hecho de sentir en la piel
el contacto cálido de la mano de otra persona en la que confiamos; nos produce
una sensación agradable y reconfortante. Nosotros mismos, al golpearnos,
friccionamos la zona con las manos, mitigando el dolor.
Por tanto, si no nos dedicamos
profesionalmente al quiromasaje, tampoco es imprescindible que realicemos
detallados estudios de Anatomía, Fisiología y técnicas de masaje. Aunque
siempre es muy recomendable que si tenemos interés, curiosidad, ganas de
aprender y deseamos que nuestros masajes sean cada día de mayor calidad; lo
hagamos.
Este texto pretende, que cualquier
persona que lo lea, disponga de unos mínimos conocimientos que le permitan
desarrollar un masaje agradable y adecuado. También que uno mismo se sienta
seguro de lo que hace y por qué lo hace, disfrutando también en esa sesión.
Tocar la piel de otra persona, significa tomar conciencia de nosotros mismos,
agudizar todos los sentidos puestos al servicio de esa persona.
Experimentaremos confianza y amor propio, sentirnos bien con nosotros mismos.
Damos y recibimos.
Los masajes, son una de las terapias
médicas más antiguas y forman parte de las tradiciones de muchos pueblos, como
el indio, el chino o el griego. A estos últimos les debemos la palabra
“masaje”.
Dar un masaje, no significa solamente
acariciar de forma más o menos superficial la piel de otra persona o de uno
mismo. Requiere concentración, sensibilidad, destreza, ritmo, y dedicación.
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