viernes, 24 de mayo de 2013

MASAJE CEREBRAL--- UNA HISTORIA JAMÁS CONTADA SOBRE LA EDAD DE PAVO. 2


MASAJE CEREBRAL

 UNA HISTORIA JAMÁS CONTADA SOBRE LA EDAD DE PAVO. 2

TODO TIENE UN PRINCIPIO                       

      --"!!!Me cago en la leche, ¿tengo que levantarte?¡¡¡---

       --"!!! Joséeee Anto.......¡¡¡"

          No recuerdo cómo, mis piernas cobraron vida y tiraron de todo el cuerpo, Juraría que algo de la pelusilla que adornaba en esa época mi labio superior, quedó adherida arrancada de cuajo, al almohadón. Noté un golpe indoloro (es lo bueno de seguir comatoso al levantarse) contra la puerta entrecerrada, que sonó en todo el barrio; pero al momento siguiente descubrí que me encontraba en el cuarto de baño. Dentro no había nadie, pero me hubiera dado exactamente igual, ni hubiera sido consciente si así hubiera sido; pegándome un duchazo e intentando recordar como había llegado allí. Tampoco me dí cuenta y el agua helada acabó de traerme a la dura realidad. Y chico, en ese momento, noté cuánto había dolido el lechugazo contra la puerta.

        Cuando terminé ya era consciente de lo que ocurría a mi alrededor y mi cuerpo y cabeza funcionaban conjuntamente ( la verdad, siempre he dudado que alguna vez lo hayan hecho). Vi en el espejo, la cara de chavalillo de 13 para cumplir 14 tacos bastante del montón: un par de ojos marrones con dos cejas (una para cada ojo), una nariz, la respectiva boca, con unos labios un poco azulados y algo de pelusilla encima de ellos (prometo que faltaban pelillos), algunos volcanes prontos a la erupción (espinillas o acné para los pijos), todo debajo de una buena mata de pelo negro, negro ya con alguna cana.

->>! Bah, lo mismo de ayer¡<< pensé.

        Me vestí lentamente como si me preparara para un desfile. Mi madre había oído muchas cosas que ocurría con los pardillos en su primer día en el Insti, y me preparó los vaqueros más chuchurríos que tenía, a los que había quitado los bolsillos de atrás. Según me explicó, para que los chicos mayores no me gastaran la broma de arrancarlos. Una camiseta blanca (algo desteñida por ropa de color) y unas deportivas zarrapastrosas (por si había que salir volao, --ya sabes, niño, que eso nunca se sabe--). Los calzones y calcetines fueron lo único que me dejó elegir.




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