viernes, 24 de mayo de 2013

MASAJE CEREBRAL. UNA HISTORIA JAMÁS CONTADA SOBRE LA EDAD DE PAVO. 1

MASAJE CEREBRAL

 UNA HISTORIA JAMÁS CONTADA SOBRE LA EDAD DE PAVO. 1

TODO TIENE UN PRINCIPIO                       


          Cuando sonó el despertador, volví a acordarme como todas las mañanas; del padre del que lo había inventado. Era de esos que hacían un "nok-nok" que hasta que te dormías de aburrimiento, aplastaba los oídos, con números y manecillas que se iluminaban en la oscuridad, y sobre todo; con una especie de campanilla (para mí era un cencerro beodo) que cuando sonaba pensabas que  se te salían los higadillos por la boca. Recuerdo con verdadero placer el día que falleció al caerse accidentalmente al intentar subir al armario. Fue un día feliz, alguien dijo que el accidente era intencionado aunque no había pruebas que lo demostraran... Es lo que ocurre cuando inicia con mal pie en las artes escalatorias...

           Ese día la llamada fue especialmente estridente, verdulera y desvergonzada, el chisme sabía que había dormido poco, porque no paraba de dar vueltas a la cabeza al mismo tema: hoy empezaba el Instituto. El "insti", vamos.  Tantas y tantas veces pensé en ello, que debía tener el cerebro reblandecido y me dolía la pelota. Esto también lo sabía el reloj, y con su cencerro estresante parecía decirme              
 --¡Despierta, despierta, capullo, que te vas a enterar!-- 

       Apretando con cada timbre unos alicates al rojo vivo en mis neuronas hasta que me dolían los pelos.

       De debajo del cacho de sábana que todavía quedaba en la cama, apareció uno de mis brazos disparado hacia el ruido, impelido por el resorte de algún reflejo primario. Instintivo. Inconsciente. El primer intento falló por mucho, la lamparilla de noche bailoteó un rato, pero en el segundo intento, algo más consciente por la mala uva; el despertador acabó callado y tirado en la mesilla, aunque seguía fastidiando con su nok, nok, nok... Bueno, a esa lata estaba acostumbrado, así que volví a hundir el careto en la almohada.

--"!!José Antonio, levanta que es la hora¡¡"-- 

        Era la voz de mi madre, que cuando estaba cabreada o nerviosa utilizaba mi nombre completo. Que lo usara presagiaba un ataque preventivo. Era peligroso no hacer caso, así que mi cuerpo empezó a moverse de forma automática aunque mi cabeza seguía clavada en la almohada. Alguien debía haberla pegado o grapado en la tela del almohadón...




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